"Un regalo excepcional"

Durante mi infancia, mi segundo hogar fue el hospital. Sí, constantemente me enfermaba debido al asma e iba a parar ahí varias veces al año. Dejando a un lado las secuelas emocionales que eso te puede dejar debido a los constantes piquetes o por pasar noches y medios días con los llantos de otros niños y extrañando a tu familia, debo decir que siempre he intentado no hacer mucho caso a todos esos recuerdos. Ahora que lo pienso, el acordarme de esos años me hace pensar en el amor y cariño que mi familia siempre me ha tenido. Siempre preocupados por mí y al pendiente de mi salud. 

Por el año de 1996, en el mes de febrero, para ser exactos el día 2, yo me encontraba internada una vez más. El recuerdo preciso de la fecha no se debe a que esté muy presente en mi cabeza lo que entonces sucedía, sino que es gracias a una dedicatoria escrita por la mano de mi mamá en un preciado libro que aún conservo.

Con las hojas ya amarillas por el paso del tiempo y con el lomo desprendido por el descuido del cual ahora me arrepiento, se encuentra mi primer libro. Digo que es el primero porque éste sí me pertenece, no es un libro de texto de la escuela, sino que por primera vez conté con un texto exclusivo para mí para ser leído y consultado cuando más lo necesitara durante los momentos más difíciles de mi vida. 

Comprado en la librería de un centro comercial ubicado afuera de la entrada de Urgencias del hospital, luce una portada azul brillante como el cielo, un grupo de niños felices en el campo y unas letras doradas que dicen Un regalo excepcional. Pensamientos. Una filosofía para la vida. Vaya título! No pudo haber sido mejor. 

A los ocho años no me imaginaba la importancia que este libro tendría. Y ahora a mis veintitantos sé que sin duda fue un regalo excepcional. Por eso me tomaré la libertad de compartir uno de los textos que me ha motivado muchas veces cuando me siento triste. Espero que a alguien más le sirva.

A MI AMIGA: (Antídoto contra la depresión)

Cuando nos sentimos mal, tristes, deprimidos, estamos pensando que la vida nos debe algo por lo bueno que somos o como compensación por lo que no hemos logrado. Sentimos que la gente nos agrede, nos rezonga, no nos toma en cuenta, nos ganan el lugar, nos empujan, nos ven feo; cada vez somos más agresivos exigiendo lo que creemos merecer y hacer que todos reconozcan lo que valemos...

Con esta actitud, lo único que logramos es que nuestra apreciación de lo que merecemos se haga más intensa, podemos llorar y llorar y no cambiar nada.

Todo esto es una forma muy personal de ver la vida, la "vida nos debe unos valecitos", pero en el momento en que comprendemos que somos nosotros los que tenemos que hacer un esfuerzo por no agredir, no empujar, no exigir; dejar de ir caminando por la vida ensimismados con nuestras penas y abrir bien grandes los ojos para constatar que en el preciso momento en que cambiamos nuestra actitud dejamos de ver a los agresivos majaderos que nos hacían la vida imposible.

¿Qué es lo que nos hace perder el equilibrio y caer en ese infierno? Muy importante, observa tu salud, tu presión; cuida a tus seres queridos y amigos, pero más que nada cuida de no estar ocioso, no dejes de ocupar tu mente y tu cuerpo en actividades sanas, placenteras y reconfortantes. No dejes de estudiar, no te olvides de aprender, ejercita tu agilidad mental y verás que con tu mente ocupada no hay cabida a los malos pensamientos generados por la autocompasión.

L. Z. C.

Ojalá a alguien le haya gustado, tal vez después comparta otro pequeño texto. Ojalá pronto pueda comprar una nueva edición de este libro.

Lizbamboo